sábado, septiembre 29, 2012

Acantilados de papel, 437: Maleficium

Patrick Ericson
Meleficium
Algaida, 2012

Zugarramurdi es una villa de Navarra, muy cercana al pueblo francés de Sara que, en 2011 contaba con una población de 211 habitantes, donde gobierna un partido que se denomina A. Akelarre, y que desde el 2007 tiene acondicionado el antiguo hospital como Museo de las Brujas.

Si así es en 2011, tendremos que hacer un enorme esfuerzo para comprender qué era a finales del siglo XVI y principios del XVII para saltar a la fama de la España de Felipe III y a la Navarra de Enrique III (entre 1562 y 1610) y IV de Francia.

Ese es el trabajo del novelista en Maleficium, cuando nos describe como, a finales de 1608, una tal María de Ximildegui cruza la frontera francesa para regresar a su tierra natal, a Zagarramurdi. Claro, que no regresa por puro placer, ni por añoranza de sus raíces, sino huyendo de la Inquisión de Burdeos, que ya entonces la buscaba por brujería.

Un hecho que, como se descubrirá después, para ella fue como saltar de la sartén al fuego.

José María Fernández-Luna, que se esconde tras el heterónimo de Patrick Ericson- ¿o será al revés?- tomando como centro de la narración el Auto de Fé de Logroño de 1610 contra cuarenta vecinas de la comarza de Zugarramurdi, y que condenó a doce de ellas a ser quemadas en la hoguera, cinco en efigie por haber muerto con anterioridad, en un gigantesco proceso que comprendió más de siete mil causas, nos conduce desde las mazmorras secretas de la Inquisición a los verdes prados o a las sombrías cuevas de la comarca de Batzán con maestría en la narración y con precisión en el tiempo, siendo éste casi un juego en la punta de su pluma, llevando la acción hacia el pasado ahora, hacia el presente después, para que el lector descubra por él mismo cómo fueron sucediéndose unos acontecimientos que tuvieron una repercusión enorme en su momento (siete mil encausamientos tuvo que ser toda una pandemia acusativa de unos contra otros y donde nadie se libró del odio en tal psicosis colectiva) y la ha tenido con posterioridad, pues la propia Inquisición decidió que no se hablase más de ello, es decir, de la brujería, a partir de 1613. Y, como por arte de magia, las brujas se acabaron en España, que no así en Europa.

En esa decisión de dejar de hablar de brujería tuvo mucho que ver Alonso de Salazar y Frías, jurista miembro del Tribunal inquisitor, que puso en duda mucho de cuanto fue aquel proceso ("el odio y el rencor que existía entre vecinos era la verdadera y única causa de las delacciones"), y que Patrick Ericson mima y recrea casi como si fuese arcilla, siendo personaje principal de esta novelización del hecho histórico. Los otros miembros del Tribunal fueron Alonso Becerra y Holguín, presidente; y Juan de Valle Alvarado.

Pero el autor también nos presenta, como fondo de cuanto aconteció, a otros personajes que, posiblemente tuvieron mucho que ver en las intrigas, como el rey de España y el de Navarra-Francia, los nobles que favorecían una u otra causa (no se olvida de Tristán de Alzate) y una autoridad eclesiástica tan ciega y avariciosa como alejada de las enseñanzas bíblicas.

No debemos olvidar que estamos ante una novela, pero aquella locura colectiva tuvo que ocurrir de forma muy semejante a como nos la presenta Patrick en Maleficium.

Francisco Javier Illán Vivas 

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